En esta época que nos toca vivir, la tecnología está muy presente a la hora de hablar de educación: planes de gobierno, computadoras, celulares, cámaras de video, internet y compañía son en muchos casos el tema de conversación. En muchos, pero no en todos. A veces el tema se silencia como si así se pudiera conjurar la avanzada tecnológica que parece rodearnos por todas partes.
La casualidad que lleva a los seres humanos a estar en un determinado momento en un lugar y no en otro, me permitió en lo que va de este año participar en ciertas conversaciones que me proveyeron de algunas anecdotas sobre las cuales reflexionar.
1. -Ladran, Sancho … -¿Ah, si? No escuché nada.
Voy el fin de semana a almorzar a casa de una amiga maestra que hace mucho que no veo y que me prometió sus antológicas empanadas. Luego de las consabidas frases de bienvenida, nos vamos a la cocina para ponernos al día de las cuestiones familiares, laborales, etc. Todo está aceptablemente bien salvo Ariel, el hijo mayor que no viene muy bien en el colegio y se la pasa todo el tiempo en la computadora : internet, facebook, videojuegos, música en youtube. Si le sirviera para Música, pero hasta esa la tiene baja! se lamenta la madre. Enfin, una tragedia sobre todo porque Ariel, es un chico inteligente. Se le racionó el acceso a la computadora, pero la situación en el colegio no había cambiado mucho hasta el momento.
Más tarde, en la mesa, mientras nos preparábamos para unas empanadas caseras que parecían capaces de borrar las penas de cualquier mortal, le pregunto a Arielito si está leyendo algo “piola” en este momento. “El Quijote, en el colegio. Un embole ”. Le pregunté si conocía la propuesta de la Real Academia española que junto con You Tube había lanzado una iniciativa, todavía vigente, en pos de reunir a todos los hispanohablantes del mundo que quisieran prestar su voz y su imagen para la mayor lectura universal del Quijote de todos los tiempos (un poco de hipérbole no viene mal para generar entusiasmo). Me dijo que no, pero me prometió que se iba a fijar.
La conversación me quedó dando vueltas en la cabeza y en la primera clase que tuve en la semana con mis alumnos les pregunté si habían oído de tal iniciativa. ¡Ninguno de mis 150 alumnos del secundario había oido hablar del Quijote de YouTube!
2. Saber dar a cada cosa su oportunidad
Hace unos meses me tocó cursar con el profesor Alejandro Piscitelli que nos anunció que iba a usar Twitter durante su seminario, así que si uno quería estar al tanto de lo que pasaba más allá del espacio de la clase (y a veces en la misma clase), era aconsejable tener un usuario en este servicio.
Como nunca había usado Twitter y como soy un poco protestón por naturaleza, confieso que, al comienzo me quejé internamente por tener que aprender en ese momento del año una aplicación nueva más y, como al principio no la encontré muy amigable, más todavía por tener que acordarme de encender un programa que, una vez terminado el seminario, no me iba a servir más que para intercambiar una o dos cosas con alguno que otro amigo.
Pasaron un par de clases y Alejandro Piscitelli se puso a explicar un tema bastante interesante y complejo en el que mechaba bibliografía de diversos autores y proyectaba secuencias de video. Yo, en mi afán de entender y seguir un tema en el que no era muy versado, había dejado de anotar desde hacía un rato para poder ser todo oídos y concentrarme en lo que escuchaba, ya me las arreglaría después para conseguir las notas. En medio de una de esas explicaciones, veo a Sol (una chica de unos 25 años), mi compañera de al lado con su netbook en el regazo y con Twitter en pantalla twitteando a una velocidad que daba vértigo. Pensé :“No entiende y se aburre. Está muy perdida y se puso a twittear con los amigos”. En tren de bromas, me inclino discretamente y le digo al oído con voz seria: “Alumna, ¿qué hace twitteando con sus amigos en medio de la clase?" La respuesta me dejó perplejo: "No estoy twitteando, me contesta, estoy poniendo los puntos más importantes de lo que el profesor va diciendo y lo voy enlazando con videos que encuentro en youtube o con imágenes de Google para que todos lo podamos leer al llegar a casa". Jamás se me hubiera ocurrido.
De más está decir que esa noche, pude releer las notas de la tarde gracias a Sol y a Twitter que, dicho sea de paso, desde aquel día, me demostró tener algunas ventajas más que la de intercambiar una o dos cosas con alguno que otro amigo.
3. El miedo juega a la escondida detrás de los prejuicios.
Dado que algunas de las actividades con uso de tecnologías que les propongo a mis alumnos requieren un gran esfuerzo en tiempo y energía para ellos y para mí, a principio de año, empecé a plantearme la necesidad de darles una difusión que fuera más allá del aula.
Se me ocurrió crear un grupo facebook que pudiera contener links, videos, imágenes y por sobre todo comentarios de otros alumnos, docentes, familiares, de los usuarios en general sobre el trabajo de mis estudiantes.
Le di cauce a la idea y empecé a difundir personalmente y por mail entre mis colegas el grupo facebook de marras. Fue cuando me di cuenta de un problema: muy pocos colegas tenía facebook. Algunos argumentaban problemas de tiempo, otros falta de interés por un entorno que consideraban superficial, en algunos casos demostraban una verdadera fobia que hacia que reaccionaran ante mi propuesta como si les hubiera propuesto unirse a una red de contrabando. Una de las respuestas que obtuve de un colega fue que Facebook solo servía para concertar encuentros y que por eso el no estaba interesado en tener una cuenta. Argumenté que todo dependía del uso que uno decidía hacer y que me parecía que también podía servir para difundir las actividades que hacíamos en nuestras aulas, dar ideas a otros colegas, intercambiar pareceres … me detuvo en el ímpetu discursivo un contundente “Debe haber otras maneras de difundir los trabajos de los alumnos”.
Como verán, es por todo esto que hoy me están leyendo en un blog.
4. Paradojas
Hace algunas semanas, se empezó a hablar en uno de los seminarios que curso del aprendizaje a través de casos y problemas. Me interesó la propuesta y rápidamente me puse a investigar y a hacer algunas tentativas para poner en práctica con mis alumnos. Como creí entender (por mi amiga maestra, por mis jóvenes compañeros de estudio y por mis propios alumnos) que twitter, facebook, y las redes sociales en general les interesaban a los adolescentes, me puse a trabajar en un caso en el que el objetivo final era crear el grupo facebook de una pequeña revista local que corría a la quiebra económica por no haber actualizado nunca sus modos de difusión desde hacía más de una década. Difundí dicha idea por facebook comentando a que grupo de alumnos lo stinaba y ya en la primera clase tenía unos cuantos interesados en la actividad que me pedían más detalles. Ante tal entusiasmo, me encargué de reservar el laboratorio de informática para llevar a cabo el proyecto, pero, me encontré con una sorpresa inesperada : facebook está bloqueado por un filtro y no se puede usar así como también lo están otras redes sociales y Youtube. Conclusión: tengo dos semanas para ver cómo modifico mi proyecto que va a perder una de las cosas que me parecía que tenía de más motivador: la posibilidad de trabajar con un entorno que mis alumnos conocen y frecuentan y ampliar sus posibilidades de uso.
Repasemos entonces algunas cosas: las redes sociales les interesan a los adolescentes, los adolescentes están en las redes sociales, organizan actividades, intercambian permanentemente informaciones, material, etc. Las escuelas (las que yo conozco por lo menos) filtran las redes sociales.
¿Será verdad que si no estuvieran filtradas los alumnos se pondrían a chatear o a mirar las fotos de las últimas vacaciones? también podría darse que le encuentren aspectos que pudieran aliarse con el aprendizaje si uno se los muestra. ¿No sería mejor pensar en actividades suficientemente potentes y motivadoras con dichas redes sociales en vez de censurarlas?
Creo que el prejuicio y la censura son y han sido siempre una expresión del miedo; miedo a lo que no se conoce, miedo a perder un ideal de poder, de control, pero siempre, detrás, el miedo. Tal vez sea más fácil censurar las redes sociales ante el temor de no saber cómo usarlas como herramientas en un aula que ponerse a pensar cómo trabajar con ellas.
Creo que en una época en la que se habla de la conectividad, de conectar, de conexión y otras tantas palabras de esta familia, nos estamos olvidando de la conexión más importante: la que cada uno de nosotros establece con sus alumnos en virtud de esa vocación que hace que estemos trabajando con ellos en un aula, enseñando (no sólo para el aquí y ahora sino con perspectivas a un futuro), compartiendo cosas que nos apasionan y no en cualquier otro ámbito haciendo una actividad diferente para ganarnos la vida. Ese intercambio implica, creo yo, la construcción de una comunidad de intereses entre alumnos y docentes. Puesto que trabajamos todo el tiempo intentando crear pasarelas desde ellos hacia nosotros y desde nosotros hacia ellos, no podemos pensar nuestra actividad dandole la espalda al universo que nuestros alumnos -y hoy internet y las redes sociales, a título de ejemplo, forman parte de ese universo –frecuentan. Quizás, pensar de qué manera integrarlos sea el mejor modo de poder seguir construyendo y avanzando juntos.
Martín,
ResponderEliminarComo bien dicen no hay peor ciego que el que no quiere ver. La tecnología está aquí y no se irá y los chicos tienen su uso y sus paradigmas cada vez más naturalizados por lo que es un absurdo no intentar incluirlas en las prácticas de enseñanza.
Los que tenemos que cambiar nuestro el modelo de pensamiento somos nosotros, denominados por Psicitell, los Caballeros de la era Gutemberg.
La hipocrecía que hay, no sólo en los centros educativos sino en cualquier institución, al respecto del uso de las tecnologías y la desconfianza hacia los alumnos respecto al uso que puedan darle es enfermante.
PS: Yo conozco a esa Sol y sí, es una alumna brillante...